
Michelle Bermúdez Betancourt
Comunicadora política especializada en democracia y derechos humanos, apasionada por la escritura y la música clásica.
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A veces no cuestionamos aquello que conocemos desde que nacemos, aquello que quienes nos rodean aceptan con la misma intensidad que nosotros. Sin darnos cuenta, son demasiadas las realidades que asumimos como normalidad y, por ende, como lógicas o funcionales.
Muchas de esas cosas, actitudes y realidades que se encuentran como algo intrínseco a nuestra forma de ser y de vivir, sin darnos cuenta, han perdido su esencia y como consecuencia, una importante parte de su impacto. Esto no necesariamente es malo, al final, todo, incluyéndonos, está sujeto a un ciclo de constante cambio en el que la renovación es inevitable y la reconfiguración, simple y sencillamente, imprescindible.
Sin embargo, ¿qué pasa cuando efectivamente ese cambio no responde a las necesidades y, más importante, a las obligaciones que le fueron impuestas? Son muchas las maneras en las que lo podríamos describir, pero nos enfocaremos en una: caos.
La esencia de las cosas no solo les brinda identidad, sino que les da la capacidad de ordenar y ordenarse a sí mismas. Pensémoslo de manera personal, ¿qué sucede cuando queremos ocultar y renunciar a quienes realmente somos? Nos volvemos incapaces de ejercer control sobre nosotros mismos, nuestras emociones se vuelven impulsivas e impredecibles; poco a poco en nuestra vida comienza a imperar el desorden y el “ruido” se vuelve constante e interminable.
¿Qué tiene que ver todo esto con lo que normalmente platicamos en este espacio? En realidad, todo y nada. A veces necesitamos tomar un segundo de nuestro tiempo y optar por observar las cosas desde un ángulo completamente diferente para comprender lo que está pasando.
Es precisamente caos y desorden lo que está pasando no solo en nuestro país, sino en muchos otros al rededor del mundo. Hoy nuestro Estado, y desde hace mucho ya, no cumple con las funciones para las que fue creado; hoy nuestro Estado responde a una naturaleza muy distinta a la que le corresponde; hoy nuestro Estado no es lo que acordamos.
Estamos tan acostumbrados a lo que conocemos que a veces olvidamos el porqué de las cosas. El Estado no apareció junto con la creación; el Estado no ha estado siempre ahí. A lo largo de la historia, tras innumerables esfuerzos de encontrar la mejor manera de convivir en sociedad nació el Estado.
Algunas de las teorías más famosas argumentan que el Estado es una herramienta necesaria para garantizar la seguridad y protección tanto de los ciudadanos como de sus bienes. En pocas palabras, el Estado tiene la misión de garantizar la paz, proteger la propiedad privada y permitirle a los seres humanos realmente vivir, en lugar de sobrevivir en medio del caos, la violencia y la ausencia de reglas.
Una vez dicho esto, me gustaría preguntarte, ¿a caso vivimos en un Estado que nos garantiza esa protección y seguridad? Sé con certeza que tu respuesta es “no”.
¿Qué hacer entonces? Debemos comenzar por recordar qué es lo más básico y elemental que nuestra estructura estatal y, por ende, de gobierno y social debe garantizar para así poder volver a vigilar y reclamar de manera objetiva.
La razón por la que digo esto en este momento es porque venimos saliendo de un 2024 en el que muchos no sabían qué papel jugaban, qué esperar y más importante qué exigir.
Hemos de tener presente que el Estado es un acuerdo y es una elección; como todo acuerdo, involucra a más de una parte. Todos los días le damos dinero y espacio al gobierno para que cumpla con su función, sabemos que ese Estado no está cumpliendo con su parte. La pregunta real es, ¿nosotros, la ciudadanía, estamos cumpliendo con la nuestra?
Esa es una pregunta que se responde de manera personal, pero lo que sí te puedo decir es que debemos hacer más de lo que estamos haciendo; eso comienza por recordar que el Estado es más grande que el gobierno, el Estado somos y nos pertenece a todos y todas.
Que este nuevo año, sea un año donde reflexionemos lo que nuestro país es y lo que debería ser, que sea un año en el que participemos y exijamos, que sea un año en el que realmente conformemos un Estado.
El Estado vive en desorden porque olvidó su obligación, ¿el primer paso? Recordar el objetivo.
Una vez más, los actos de gobierno y las políticas siempre tienen dos caras de la moneda y un impacto más profundo de lo que parece. Te invito a que juntos continuemos este análisis dual.