3 de noviembre de 2024 3:50 am
OPINIÓN

Equilibrio de poderes | Análisis Dual

...la reforma al poder judicial, tal como está, conlleva muchos riesgos, pero no podemos perder de vista que la dinámica que se está generando en torno a ella también pone sobre la mesa otro tipo de riesgos...

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¿Qué más podemos decir acerca de la Reforma al Poder Judicial?, ¿no se ha dicho todo ya?

Probablemente, has escuchado, por una parte, que la reforma es necesaria para combatir la corrupción e ineficiencia que se presenta en el Poder Judicial, que la justicia existe tan solo para algunos cuyas carteras son lo suficientemente grandes como para opacar sus delitos, y que se necesita reformar para procurar el bienestar y decisión del pueblo.

Por otra parte, seguramente has escuchado que la reforma representa un claro atentado contra la división de poderes, que Morena busca concentrar todo el poder en sus manos, y que su principal intención es incapacitar y, para fines prácticos, extinguir al poder judicial.

Mientras que aquellos que sostienen lo primero, declaran que la reforma será el pilar para transformar la realidad de nuestro país, los segundos aseguran que se trata del gran paso para derrumbar la democracia y el mercado mexicano.

Si bien hemos escuchado un sinfín de argumentos y, merece la pena decirlo también, de falacias relacionadas con el tema, lo cierto es que por más completo que pueda parecer cualquier discurso estamos muy lejos de haberlo escuchado todo.

Tenemos una práctica discursiva y de gobierno en nuestro país en la que se priorizan la oratoria y discursos ideológicos. Es cierto que la ideología y el sentimentalismo forman una parte muy importante de cualquier discurso; sin embargo, ante un escenario como este, en el que ambas partes coinciden en el hecho de que está en juego la realidad de nuestro país como lo conocemos, no basta con discursos sentimentales.

Fueron más de 10 horas las que dedicaron las y los legisladores en la Cámara de Diputados para discutir y aprobar esta reforma; sin embargo, resulta difícil encontrar en las más de 100 intervenciones que se realizaron, una explicación que incluya de manera profunda y detallada, costos, resultados y pasos de la reforma.

Nos hemos acostumbrado a un estilo de gobierno en el que permitimos cambios, muchas veces, sin exigir pruebas sólidas previas a la implementación.

¿Es realmente un argumento comprobable que si elegimos a las y los ministros de la Suprema Corte de Justicia por medio del voto popular va a disminuir la corrupción y la justicia será plena y completa?, ¿estamos dispuestos a destinar más de 3 mil millones de pesos a un cambio que no se ha comprobado que nos va a garantizar una realidad distinta, y que además parece que podría, inclusive, empeorar nuestra situación?

Ahora bien, esto no quiere decir que no se necesite una reforma, pero definitivamente se necesita un análisis mucho más profundo. Es cierto que en cuanto a decisiones del gobierno concierne, siempre habrá alguien en desacuerdo; sin embargo, cuando es tanto el debate y preocupación, la paciencia y reflexión siempre serán la mejor decisión.

Esta incomodidad ciudadana y falta de explicación en general, me llevó a pensar que efectivamente tenemos un problema de equilibrio de poderes, uno que comienza con la vulnerabilidad del poder más grande e importante: el poder ciudadano.

Definitivamente, la participación y voz de la ciudadanía en general no ha sido proporcional; nos merecemos una explicación detallada, pero lo cierto es que también debemos exigirla con mayor énfasis. Hoy se trata de una mega reforma, pero día con día se realizan cambios en nuestra legislación, en los órganos administrativos, etc. que realmente afectan nuestras vidas y nuestros bolsillos.

Esta es una oportunidad no solo para hacer un cambio en el sistema de justicia que realmente sea eficiente y funcional, sino para garantizar el verdadero ejercicio de los poderes, comenzando por el poder de la ciudadanía, el único poder que no tiene límites. Para que eso sea una realidad debemos ponerle un alto a la polarización, estar dispuestos al diálogo, a reconocer nuestros aciertos y nuestros errores, y a realmente escuchar lo que necesitamos y no solo lo que deseamos.

Ahora que comienza un nuevo gobierno, introduzcamos una nueva práctica de exigir discursos completos, estando dispuestos a escucharlos y también a ofrecerlos.

Es cierto que la reforma al poder judicial, tal como está, conlleva muchos riesgos, pero no podemos perder de vista que la dinámica que se está generando en torno a ella también pone sobre la mesa otro tipo de riesgos. Estamos presenciando una dinámica de odio y rechazo al diálogo que, cada vez con mayor énfasis, comienza a arraigarse en nuestra sociedad; simple y sencillamente no podemos permitirnos caer en este vicio. Somos el poder más fuerte, es momento de que seamos el más sensato.

Una vez más, los actos de gobierno y las políticas siempre tienen dos caras de la moneda y un impacto más profundo de lo que parece. Te invito a que juntos continuemos este análisis dual.

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