¿Debería el Banco de Inglaterra reducir las tasas de interés en junio o abstenerse de hacerlo? Esta es la cuestión que se debate en el seno del banco central británico, mientras el Banco Central Europeo (BCE) se muestra decidido a recortarlas a mediados de año y la Reserva Federal (Fed), según algunos, podría no seguir ese camino en este año.
El BoE se encuentra una vez más en una posición delicada, navegando entre las acciones del BCE y la Fed. Por un lado, podría inclinarse hacia Estados Unidos debido al retraso en la desinflación en el Reino Unido; por otro lado, podría alinearse con la zona euro ante la debilidad de la actividad económica.
A lo largo del primer trimestre, se pensaba que los tres principales bancos centrales reducirían sus tasas de interés de manera conjunta este verano, pero este mes ha marcado una divergencia y los calendarios se han desincronizado.
Huw Pill, economista jefe del BoE, señaló el martes la posibilidad de adoptar una política monetaria independiente tanto de la Fed como del BCE, aunque no reveló hacia cuál de los dos se inclinaría más.
Después de unos días de incertidumbre, en los cuales el gobernador del BoE, Andrew Bailey, y su adjunto, Dave Ramsden, expresaron pesimismo la semana pasada acerca de alcanzar y mantener el objetivo de inflación del banco, el martes el miembro más conservador, Jonathan Haskel, insistió en ello, mientras que Pill se mostró más cauto.
Actualmente, los mercados financieros están anticipando un primer recorte de tasas de interés por parte del BoE de un cuarto de punto en la reunión del 1 de agosto, con una probabilidad cercana al 50% de que ocurra el 20 de junio.
Este calendario sigue estando estrechamente ligado a las estimaciones para el BCE, donde se espera un recorte de 25 puntos básicos el 18 de julio, apenas dos semanas antes de la fecha preferida por el BoE, y se anticipa que dos tercios de esta acción se lleven a cabo en junio.
Con información de El Economista | Nota original