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OPINIÓN

A la sombra del presidente… (6 de 18)

Corresponde en esta ocasión analizar al titular del despacho de la Defensa Nacional.

Sin duda hablar del Ejército Mexicano es hablar de la historia del poder en nuestro país, recordemos que hasta Miguel Ávila Camacho, era visto normal que el presidente fuera militar o hubiera tenido una importante carrera militar, posteriormente inicia, a mi parecer, una sana separación entre el poder civil y el militar.

Este despacho de acuerdo con la Ley Orgánica del Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos, tiene como misión: defender la integridad, la independencia y la soberanía de la nación; garantizar la seguridad interior; auxiliar a la población civil en casos de necesidades públicas; realizar acciones cívicas y obras sociales que tiendan al progreso del país y en caso de desastre prestar ayuda para el mantenimiento del orden, auxilio de las personas y sus bienes y la reconstrucción de las zonas afectadas.

Considerando lo anterior, podemos pensar que no es cosa menor lo que el Ejército debe hacer, es una de las Instituciones que, a pesar de todo y de muchos, goza de un gran reconocimiento y una gran confianza por parte de la ciudadanía, pero también hay que decirlo, es una Institución a la que hay que temerle y trataré de explicar el por qué.

A partir del gobierno de Felipe Calderón, las fuerzas armadas han jugado un papel sumamente importante en temas de seguridad interna, la famosa lucha contra el narco iniciada en esa administración, ha puesto al los soldados en el ojo del huracán en dos sentidos, por un lado realizando acciones que deberían estar a cargo de los sistemas de seguridad estatales o municipales, sin tener un marco jurídico que los respalde (recuerde que desde aquella época los Secretarios de la Defensa han sido contundentes en pedir esta reforma) y por otro lado en lo relacionado con el aumento de violaciones a los Derechos Humanos.

Ambas situaciones han modificado totalmente la percepción de la ciudadanía, algunos claman por la llegada de las tropas para restaurar el orden, otros, ruegan por su salida, algunos piden se les juzgue, otro piden se les de certeza, no vivimos de forma alguna, una época fácil para esta institución y ahí es donde debe entrar mi General Secretario de la Defensa Nacional.

Por este despacho han desfilado personajes como: Álvaro Obregón, Abelardo Rodríguez, Manuel Ávila Camacho y por supuesto Lázaro Cárdenas (Tata Cárdenas como muchos lo conocen), personajes que, si bien tuvieron una relevancia enorme en el desarrollo del país, también entendieron que con el ejército se debe contar y se debe respetar, porque es una Institución que dentro de sus funciones busca apoyar a la población, de ahí el gran reconocimiento que por años ha tenido, su apoyo en los momentos difíciles que ha vivido el país son muestra de que todos esos hombre y mujeres, mas allá de quién gobierne, tienen un profundo amor por México y sus habitantes; por ese motivo cuando salió a las calles en el marco de una estrategia, a mi parecer mal dimensionada, los Generales Secretarios no han parado de pedir se les dé la certeza jurídica que merecen, ellos siguen órdenes que muchas veces superan por completo sus atribuciones, la delincuencia les debe temer pero desafortunadamente la población también ha empezado a tenerles miedo.

Desde su campaña, el actual morador de Palacio Nacional siempre habló con cierto desprecio del Ejército e incluso en una entrevista ya como titular del ejecutivo, manifestó que si por el fuera, desaparecería al Ejército y todo sería Guardia Nacional, una declaración por demás fuera de lugar si consideramos que pocas semanas después ponía a los soldados en un altar muy alto; pero su ocurrencia de “Abrazos y no balazos” puso en jaque a las fuerzas armadas, ellos no debían responder de ninguna forma a las agresiones que recibieran y esto los puso en una situación de vulnerabilidad nunca antes vista y dónde estaba entonces el General Secretario Luis Crescencio Sandoval González, actual titular del despacho, nadie lo sabe, sin embargo, hace algunas semanas, se giró un oficio dentro de la secretaría que daba a los soldados la instrucción de responder a las agresiones que pudieran recibir en el ejercicio de sus actividades de combate al crimen, ¡Aleluya!, mi general secretario apareció y lo hizo de la mejor forma, salió de la obscuridad y finalmente tomó una desición.

Mi General secretario, ahora, la tarea no es fácil, debe recuperar la confianza de la población y en verdad generar ese temor a la delincuencia que está dañando al país, no vuelva a agachar la cabeza, si bien usted y las tropas deben ser leales a su comandante supremo, recuerde que por encima está el pueblo de México, a quienes les deben no solo lealtad sino total obediencia, porque confían en el Ejército, haga ver esta situación al Presidente y no regrese jamás su sombra…

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