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OPINIÓN

Dos «rookies» en el poder

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Niels Rosas Valdez

En un abrir y cerrar de ojos, el Reino Unido (RU) tuvo dos nuevas figuras al frente del poder: una primera ministra y un monarca. El cambio conmociona a la isla anglosajona, pero también al mundo entero en menor o mayor medida. ¿Qué impactos puede traer estas alteraciones en la guía y gobierno británicos?

Tras las severas controversias en las que Boris Johnson fue expuesto por violar el confinamiento en los meses más álgidos de la pandemia de Covid-19, la opinión pública británica cambió y exigió una rendición de cuentas por parte del gobierno conservador. Los legisladores en Westminster emitieron un voto de censura para el primer ministro, pero la votación favoreció al líder tory, quien sobrevivió el intento de remoción.

Pero la historia no acabó ahí. Poco después, algunos funcionarios de la administración de Johnson comenzaron a dimitir. Desde jefes de departamento hasta ministros, quienes renunciaron a su puesto lo hicieron con una firme y clara intención: desproteger al gobierno en turno para que el primer ministro se quedara sin apoyo suficiente y sólido para continuar en el cargo. El efecto del voto de censura iba entonces a aplicarse a como diera lugar.

Una docena de legisladores conservadores se apuntaron para suceder a Johnson, pero, como en todas las contiendas, la lista de reales candidatos se reducía considerablemente de la cifra inicial. Quien finalmente logró el apoyo del partido fue Liz Truss, una ferviente aliada del líder saliente, por lo que no es coincidencia que hoy en día sea la nueva primera ministra del RU y, por consiguiente, que se haya reunido con la reina para atender el protocolo habitual.

Era el martes 6 de septiembre cuando Truss se había reunido con la reina Elizabeth II para contar con su consentimiento para formar un gobierno. La jefa de Estado ofreció su beneplácito y una nueva administración comenzaba para la isla anglosajona. Sin embargo, dos días después, la nonagenaria monarca falleció, dejando un vacío en el RU y en la Mancomunidad de Naciones que dirigió por varias décadas.

Este momento es coyuntural por al menos un par de cuestiones. La primera es que es una situación en que se efectúan renovaciones, una tras otra, en ambas posiciones de mayor poder en el RU. Esto representa una dificultad, puesto que normalmente uno de los dos, es decir, el reinado o el gobierno, es estable al momento de experimentar un cambio en el otro, de tal suerte que pueda asistir si fuese necesario en su comienzo y desarrollo.

Por ende, si bien el actual escenario no sugiere un inminente problema, es importante recalcar que tanto el reinado, como el gobierno, son nuevos y tal situación puede traer inicialmente complicaciones. Ambos se encontrarían en una primera fase de diseño, es decir, estarían estableciendo sus nuevas relaciones con los agentes domésticos y exteriores que sus posiciones les demanden construir, entre otras tareas significativas que deben atender a la brevedad, por lo que serían momentáneamente menos fuertes que lo habitual.

La segunda cuestión es que resulta complicada la sucesión en el trono británico en torno al liderazgo, mismo que se percibía fácilmente en la reina Elizabeth II a lo largo de las décadas en su reinado y le concebía un símbolo de fortaleza. Quien le sucede en el trono es su hijo Carlos, quien no despierta el carisma, el temple y el poder de decisión que su antecesora. Estas diferencias pueden, al final de cuentas, provocar incertidumbre en la nobleza británica – que sigue siendo importante hoy en día a raíz de la forma de gobierno que se sigue en el RU – y en la misma Mancomunidad de Naciones, pero también en su mismo gobierno.

Ahora, un punto trascendental que también despierta esta coyuntura es la posibilidad, quizá muy limitada por ahora, de que se logre transformar la forma de gobierno en la isla británica. La sucesión en el trono despierta esa posibilidad, sobre todo ante la falta de liderazgo del nuevo rey y considerando los tiempos actuales de revisión decolonial. ¿Podrá ser ese el caso del RU? Es claro que con Carlos III no, pero ¿podría comenzar a diseñarse con el príncipe Guillermo una vez que asuma el trono?

Artículo originalmente publicado en www.lalupa.mx

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