29 de abril de 2024 4:21 pm
OPINIÓN

¿A qué costo en Cuba?

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Niels Rosas Valdez

Han pasado varios días desde que se registraron las primeras manifestaciones y protestas en Cuba. En ellas se exige al gobierno responder de una mejor manera ante la pandemia de covid-19, la situación económica en el país y la falta de alimentos. ¿Cómo se puede interpretar este evento tan significativo?

Es una situación muy delicada la que está sucediendo en la isla del Caribe. Los cubanos son un pueblo muy tenaz que ha experimentado muchos estragos. Desde la dominación española, hasta su independencia en 1898; desde la presencia estadounidense, hasta la dictadura de Fulgencio Batista; y desde la Revolución cubana hasta los días actuales, los habitantes de Cuba han resistido firmemente cualquier escenario. Pero hasta los más perseverantes pueden desistir.

El domingo iniciaron las protestas masivas en el país caribeño. Lo que comenzó como una manifestación en un par de municipios, se convirtió en una protesta nacional que incorporó a una gran cantidad de cubanos. La convocatoria para exigir libertad al gobierno isleño, entre otras cuestiones, alcanzó tan elevados números que los líderes de Cuba le ordenaron a la empresa estatal de telecomunicaciones cortar el acceso a internet para evitar comunicaciones de la gente con el exterior.

Asimismo, el presidente Miguel Díaz-Canel condenó las protestas de su población al mismo tiempo que convocó a “los patriotas cubanos”, bajo una narrativa aún revolucionaria, a acallar a los manifestantes. Estas dos acciones hablan mucho de cómo comprende el gobierno la situación desarrollada en su país. Con respecto a lo primero, la intención es clara: se busca que las noticias, imágenes, videos, reportes, etc., no lleguen a otros espacios del globo para su conocimiento.

En relación con lo segundo, el gobierno liderado por Díaz-Canel busca mantener la seguridad de régimen pensando en una posible sublevación de los cubanos. Este contexto marca una coyuntura en la isla para un posible golpe de Estado, si consideramos también espacio suficiente para una intervención internacional. El pueblo está desesperado y sumido en el hartazgo de su gobierno, escenario que puede aprovechar el ejército de Cuba como condición que legitimaría su instauración en el poder, al menos con el discurso de transición pacífica.

La respuesta de Cuba ante la serie de protestas y manifestaciones es algo que nos debe preocupar como latinoamericanos, pero más allá de eso, como ciudadanos del mundo. Hay que recordarlo: ante la evidencia contundente, los gobiernos deficientes usualmente tienden a desacreditar las voces disidentes y, entre más autoritarios sean, pueden responder de manera severa y con violencia contra su propia población.

No hay razón suficiente para aceptar que un gobierno ataque con palabras y golpes a su población, quien se muestra ejerciendo su derecho a manifestarse. La violencia no debe ser la respuesta de los líderes ante el hartazgo genuino de la sociedad y su ejercicio de exigirle a su gobierno mejor administración y mayor libertad. No cabe duda que quien tiene el poder teme perderlo, pero ¿a qué costo lo está reteniendo el gobierno de Cuba?

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